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Cartas Feria de abril 2008

Bienvenida a la Virgen de Piedraescrita (Antonio Pérez Carrasco)

 Bienvenida a la Virgen de Piedraescrita

Antonio Pérez Carrasco

«Ayer no más decía», Virgen de Piedraescrita, con el poeta, la vida y la esperanza o escribía con el canto: «¡cuánto te quiero!». Pero no era yo solo, sino la fuerza de unos labios plurales, de un amor colectIvo, de un pueblo entero que te canta.

Esta noche, Barranquera, en el_fulgor de tu solemne entrada, lo volvemos a repetir como una vieja costumbre de abril que cada año reverdece para mirarte con ojos de primavera, con esperanza ilusionada, con asombro de hijos que aman a su Madre y estiran la piel de la madrugada en estos días festivos y verbeneros, con crepuscular vocación de amaneceres, en tu honor, porque contigo saboreamos la ternura de la Piedra, la cultura de lo Escrito, la sabiduría de un corazón que cobijó la Palabra y la desmenuza cada día con un ademán eterno.

Por eso, buscamos tu serena sonrisa de Patrona de Campanario, tu sencilla y campera actitud de Reina de La Serena como entonces… ¿recuerdas?

¡Cómo olvidar aquellas calles en vilo, con desvelo, sin peso, y los engalanados madrugones; las mañaneras nanas de avemarías y rosquillas, cafés y magdalenas; aquellos ratos embutidos de algo, de rezos y cerveza, de fervor y aperitivos, de jamón y versos; las tardes de vela, eucaristías, sainetes, bailes y fiesta hasta la hora de la vuelta para desandar, a tu lado, Madre, la noche serena!

Y, al rato, otra vez el alba en llamas, incendiada de cantos y esperanza, de coplas y fraternidad, de brazos hermanos que se turnan los días, por barrios, como habían hecho los de antaño, remudando nuestra fe, redoblando la alegría, para sacar lo mejor de nosotros mismos, las destrezas y los saberes, la hondura de los sentires, la placidez del amor donado en servicio, con respeto desinteresado.

Días para enmarcar o embotellar, como antes hacían las madres con los tomates, para conservarlos, porque la vida sigue y no podemos alimentamos de nostalgia: las preocupaciones del vivir nos deshojan la alegría, nos desmadejan el ánimo, y los achaques o las enfermedades nos descortezan la esperanza y, claro, así, tan crudita, ya apenas nos ampara.

Por eso, Madre de Piedraescrita, acudimos a Ti, pues sabemos que, detrás de la duda, las sombras del corazón te nombran; cuando algo nos parece imposible, tocamos Piedra; pero tierna y recia como tu nombre, escrito en el fondo de nuestros cimientos, como una herencia de agua y sangre, comunal, eucarística, que nos saca, ­como tantas veces, otra vez a flote.

Y nadamos, aunque sea a contracorriente, porque tu nombre quedó escrito, para nosotros, en la serena piel de la primavera, en el vuelo dulce del pájaro que se lleva el tiempo, que no torna, pero se posa en la risa de los niños, en el sueño núbil de la adolescencia, en el amor alianzado de la juventud y apuntalado en la madurez, en el silencio escarpado – “enriscado”, tradujo alguien a barranquero adjetivo – de nuestros mayores, que azota, ya con escasas y ruinosas defensas, el viento vencido de los años o en la Piedra perenne que te nombra en el vaivén mordido de los siglos.

Quizás por eso, Señora del Guadalefra, prestamos el ramaje de nuestras voces, los cálidos nidos de nuestros sueños, la algarabía de nuestros trinos y las alas blancas de los pañuelos, para poblar de vida y de fe los ausentes árboles de Los Barrancos y cobijarte así en nuestras almas para que Tú siempre nos ampares.

A Ti venimos, Madre:

– con la vaguedad inútil de nuestras debilidades, pero con la seriedad ilustre de nuestro cariño;

– con este loco olvido de nuestros ideales desgarrados, vencidos, pero con los brotes nuevos de otros cansancios recic1ados;

– con esta vana cosecha de nuestras ignorancias vencibles, pero con las hermosas semillas de quienes quieren que la cultura y la fe cuajen hoy en nuestra Serena como enraizaron en la vasta estepa de nuestro antepasados, y así, en cada hijo, en cada hija, que lucha, trabaja y estudia, renazcan para ennoblecer la vida, para guerrear constantemente con la sola arma blanca de la paz y rasgar, sin compasión, la negrura del futuro con la luz de la amistad.

¡Viva la Virgen de Piedraescrita!

¡Felices fiestas!

Campanario, 27 de abril de 2008

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