Buenas noches mi querido pueblo de Campanario.
La espera por fin, ha terminado. Después de dos terribles años de sufrimiento, pérdidas y dolor; aquí tienes a tu pueblo, fervoroso y devoto como siempre, una vez más.
Es para mí un orgullo, créanme si les digo que no lo hay mayor, poder hacer esta bienvenida a nuestra Virgen en este día tan especial y esperado por todos. Por ello quiero dar las gracias a la Hermandad, y en especial a su Hermana Mayor por confiar en mí para tan emotivo momento. Aprovecho también para brindar un afectuoso saludo a nuestras autoridades municipales.
Quisiera retroceder un poco en el tiempo y transportarme a mi niñez para poder hablar de mi Virgen, de nuestra Virgen, de nuestra MADRE.
Desde que tengo uso de razón, ELLA ha estado siempre muy presente en mi vida. Esto es gracias fundamentalmente, a una profunda devoción mariana que existe en mi familia. Como dicen unos buenos amigos: «de abuelos a nietos», pues eso. Desde mis abuelas hasta mi madre y pasando por mis tías. De ahí surge la cimentación de los pilares que sustentan mi FE y DEVOCIÓN y la de estoy seguro, miles de campanarienses, hacia nuestra querida Virgen de Piedraescrita.
Recuerdo con muchísimo cariño, esos momentos de infancia en los que había que encomendarse a la Virgen para cualquier acto o situación de la vida, y por supuesto agradecerlo después. Saliese bien o saliese mal, me decían que había que dar siempre gracias, lo cual no era fácil a veces. Tú como niño que eras, pedías miles de cosas. Y no todas se podían cumplir.
Ahí aprendes que a la Virgen y a Dios no se les piden imposibles, ni cosas materiales que puede pedir un niño, sino acompañamiento y lucidez para tomar las mejores decisiones posibles en la vida. Esa es la clave.
Mi tía Sor Inés, cada vez que hablo con ella me recuerda siempre con entusiasmo que su padre le decía: «trabaja, estudia y haz siempre todo lo que empieces con afán, que Dios y la Virgen María pondrán lo demás»
Volviendo a la infancia, nunca era mal momento para rezar un Ave María o algunas oraciones típicas de niños, pero sobre todo y lo que más me gustaba a mí, era cantar alguna canción popular de Piedraescrita que todos nos sabemos También montarme en el coche con mis padres y mi hermano y acercarnos a la Ermita. Cruzar el cestero, subir la cuesta, entrar a verla, tirar un poco de la campana (esto no le gustaba mucho al santero pero ya se sabe, son cosas de niños) y paseíto después por los alrededores. Momentos puros de felicidad en nuestra Santa Ermita.
Con el paso del tiempo, afrontas la relación con María de otra manera, ya eres más adulto y dejas a un lado las canciones y se acrecienta la oración, el orar a María, el hablar con nuestra MADRE. Contarle los problemas que tienes y por supuesto y más importante, las cosas buenas que te pasan. Pasaban los años y llegaba también el momento de separarnos.
La vida salía a mi encuentro, y me llevaba por otros derroteros. Los estudios me mandaban lejos de ELLA, pero tenía que estar más presente que nunca.
Años fuera, y somos débiles. Todos lo somos, y es humano aceptarlo, pero si te agarras a María todo es más fácil. Mis padres me decían: «Recuerda, no estás solo». Tocaba una nueva etapa y estaba todo por llegar. Venía la Universidad y con ella las clases, los trabajos, las prácticas, los exámenes…y también las noches sin dormir, mucho cansancio y muchos estrés. En definitiva mucho esfuerzo, no siempre con recompensa porque en eso consiste la vida. La vida son problemas y obstáculos que hay que ir superando. No es fácil. Cada día de nuestra vida surgen contratiempos mayores o menores para los que hay que buscar una solución, y créanme que es mejor hacerlo con ayuda. De los que te rodean y quieren siempre bien para tí, pero también de María. Tenla siempre presente.
Como San Juan Bosco decía: «CONFIAD EN MARÍA Y VERÉIS LO QUE SON LOS MILAGROS».
El tiempo pasaba, los cursos avanzaban y había todo tipo de momentos; de trabajo y sacrificio, y de disfrutar y pasarlo bien, que también es importante. Llegaban los fines de semana que volvía al pueblo y llegaban las fiestas grandes; romerías, ferias… En definitiva, momentos muy especiales para nuestro pueblo, de alegría y fiesta con familia y amigos. Y todo en honor a Ti, bendita Virgen de Piedraescrita, ¡Mira! ¡Cuanto te quiere tu pueblo! Cada 27 de abril nos echamos a la calle para recibirte y darte esta cálida bienvenida. Mira a tu buena gente, la de siempre. La que lleva paciente esperándote 2 años, la que te quiere y te venera desde el momento en que te conoció. Momentos que cada uno guarda en su retina y los vive a su manera. Porque somos distintos unos de otros, pero todos compartimos lo que despiertas en nuestro corazón cuando vamos a verte o cuando como hoy, vienes a vernos TU.
Llegaba el momento de irse, y era visita obligada,
– ¿cómo no voy a ir a verla? Si no voy parece que me falta algo…
-Venga que voy de un salto… entro, me santiguo, sonrío… Gracias Madre, vuelvo pronto.
Y allí esperaba ella, porque una madre no se cansa de esperar. Siempre allí, esperando que vayas a verla, a rezarla, a cantarla, feliz de verte y de escucharte, siempre para tí, siempre allí.
Es importante tener siempre presente algo, y es que todo es efímero.
Calma, todo pasa.
Menos ELLA.
Los malos tiempos que llevamos pasarán. Tiempos de guerra y enfermedades que han cambiado nuestra manera de vivir. Quisiera hacer una mención especial a las víctimas de este maldito virus y a sus familias. La vida es cíclica, esto ya ha pasado antes. Hoy por fin, parece que estamos viendo la luz al final del túnel y estamos recobrando poco a poco la normalidad. Hace pocos días estábamos celebrando la Romería y hoy estamos recibiendo a nuestra Madre y a puntito de irnos de feria.
Déjenme hablarles de las madres, ¡ay! que seríamos sin las madres. Para mí, MADRE, es la palabra más bonita que existe, y que suerte que tengamos dos.
Las madres están siempre al pie del cañón, donde se ponga una madre todo se quite de en medio. Lo dan todo por los hijos. Desde el parto, hasta el final; velando y cuidando de nosotros. Buscando nuestra felicidad y bienestar por encima del suyo propio. Nos quieren con nuestras virtudes y nuestros defectos, en las buenas y no tan buenas. Así nos quiere María, a cada unos de nosotros tal y como somos, imperfectos y distintos, como MADRE dulce y clemente.
Había que irse pronto, y ya estamos de vuelta. Como TU, que ya estás aquí, como yo y como todos nosotros. De nuevo, de vuelta aquí.
Vuelta al principio de la historia, etapas viejas se cierran y otras nuevas se abren. Momentos pasados que habían caído en el olvido y que en una noche como hoy retoñecen en nuestra memoria.
¡Orgullo Camapanario!, orgullo de lo que somos, de donde somos y de lo que tenemos.
Orgullo, pueblo mío de ese profundo sentimiento de pertenencia, y al mismo tiempo orgullo de nuestra hospitalidad con el que llega de fuera.
Orgullo de nuestra cultura y tradiciones, diferentes, pero nuestras.
Orgullo de nuestros mayores que tanto nos han enseñado y que tanto han querido a la Virgen.
Nos toca seguir el legado, puesto que tenemos un gran tesoro. El mayor de los tesoros, nuestra Virgen de Piedraescrita. Es obligación nuestra transmitir esa Fé y esa Devoción que nos inculcaron, esa pasión por lo nuestro a los más pequeños. Para que ellos el día de mañana, sigan haciéndolo y mantengan viva la llama.
Y que nadie nos quite nuestra forma de vivir y de sentir. Que nadie nos haga olvidar nuestras raíces, engarzadas en el corazón de la Serena, en esa pequeña Ermita entre el Cestero y el Guadalefra.
Y si dudas, ve a verla a ELLA. Si tienes miedo, piensa en ELLA. Si estás cansado, acude a ELLA…
En ELLA, la Santísima Virgen de Piedraescrita vas a encontrar el refugio y el consuelo que tanto necesitas.
Querido pueblo mío, poco más puedo decir que no sepáis. Ya tenemos aquí a nuestra Madre y viene para quedarse un mes con nosotros. Aprovecha para acercarte y sentarte un ratillo con ella, aprovecha este tiempo para pasarlo bien y para intentar ser un poco mejor en tu día a día.
Que tengáis todos unas magníficas ferias y fiestas y disfrutéis mucho con los vuestros,
¡Viva la Virgen de Piedraescrita!
¡Viva La Barranquera!
¡Viva Nuestra Madre!
¡Viva Campanario!
Muchas gracias.
Francisco José Martín Gómez.