Oh! Vírgen de Piedraescrita!
Madre de Dios soberana,
madre de mis afligidos,
consuelo de nuestras almas,
aquí en este campo sola,
guardo un atajo de cabras.
Cuando el sol se le ponía,
y la luna la alumbraba,
con el rosario en la mano,
rezaba a la Virgen Santa,
toda a la que la virgen reza,
aquella virgen la ampara.
Dio tres vueltas a un peñazco,
y a las tres vueltas se para,
vio venir una nube muy resplandeciente y clara,
en mitad de la nube vio venir a tres damas,
las dos vestidas de blanco y la una de morada;
la de morada le dice: “niña, ¿De quién son las cabras?”,
“de ustedes y mías señora, que a nuestro favor se guardan”,
“dime niña, ¿Me conoce, que con tanto amor me hablas?
“Sí señora, la conozco, es usted la Virgen Santa”,
la ha agarrado de la mano y al cielo se la llevaba.
El padre de aquella niña cayó enfermo en una cama,
lo han metido en un cuarto donde Jesús Cristo estaba,
“¡Jesús Cristo de mi vida! ¡Jesús Cristo de mi alma!
¿Cómo es tan tarde y no viene la pastora con sus cabras?
oyó una voz que decía “Pastor allá van tus cabras,
que tu hija la pastora de gloria va coronada,
porque un galán la quería y porque otro no la gozara,
por Jesús de Nazareno que en el avial se haya,
En una santa parroquia que los mártires la llaman,
fuiste concebida, fuisteis sin manchas,
¡Ave María llena de gracia! ¡Amén!